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La magistrada Irene Rodríguez, actualmente suspendida por su presunta responsabilidad en la liberación del sicario Alberto Mejía, ha centrado su estrategia en demostrar que no hubo dolo en su actuación, sino un error administrativo sin intenciones ilícitas. Su defensa se basa en que el incidente fue derivado del uso de formularios judiciales estandarizados, según declaró a su entorno.

En una segunda comparecencia ante el fiscal Marcos Pastén, esta vez como imputada formal, Rodríguez decidió solicitar apoyo de la Defensoría Penal Pública para reforzar su defensa. Inicialmente había optado por enfrentar el proceso sin abogado y colaborar al máximo con la investigación, autorizando el levantamiento de su secreto bancario y entregando voluntariamente sus dispositivos tecnológicos a Fiscalía.

La decisión de ser representada por un abogado del organismo responde a la complejidad del proceso y las posibles consecuencias legales que enfrenta. La principal acusación contra Rodríguez apunta a una supuesta prevaricación culposa por un presunto "error" en la resolución que dictó prisión preventiva, donde el apellido de Mejía fue mal registrado.

Desde la defensa se insiste en que la jueza siguió los procedimientos administrativos estándar y no hubo omisión dolosa ni intención de beneficiar al imputado. La entrega de sus cuentas bancarias busca demostrar transparencia en su actuar y eliminar cualquier sospecha de cohecho o pago irregular.

El caso también involucra a una funcionaria judicial y siete gendarmes como imputados, a quienes se les acusa de no haber detectado o alertado oportunamente el error que permitió la liberación. Sin embargo, se reconoce que fue una funcionaria de Gendarmería quien identificó la discrepancia en el nombre, lo que destapó la cadena de errores administrativos.


Fuente: CNN Chile País

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